Monday, December 12, 2005

A propósito de Crítica...

La Labor del Crítico
por E.R. Blackmur
(desde mis notas)

La crítica literaria es el discurso formal de un aficionado que, con amor y suficiente conocimiento, logra conformar todo un arte.
Ésta frase constituye una de las premisas fundamentales de un ensayo de Blackmur que me ha inquietado los últimos días, hasta hoy, que por fin retomé mis notas y les cuento algunas propuestas de este crítico contemporáneo.
El discurso crítico entonces, conforma un arte en absoluto interdependiente de muchas otras disciplinas, mas, quizás su primer mérito sea el de establecer términos y paralelos de apreciación desde el exterior de la obra, para cargarla de intimidad interna, es decir, nombra y organiza aquello que ama y conoce y busca constantemente, a cada nuevo impulso o impresión, nombres mejores, más adecuados y organizaciones más sistemáticas. La intimidad de la que habla Blackmur radica en esa sistematizacióin que hace el crítico de los componentes de la obra a su arbitrio, aunque determinada por la naturaleza del objeto, algo así como que uno decora su casa para hacerla más cómoda, siempre, aprovechando los espacios, la disposición y los límites de los muros.
Como quiera que sea, un buen crítico para Blackmur es aquél que observa los hechos, estructura y se deleita en la discriminación y jerarquización de los mismos.
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Todo crítico lamentable y afortunadamente es un casuista. Las aproximaciones - debiésemos decir desviaciones- de la labor crítica son tan variadas como las herejías: siempre darán testimonio de necesidades ocasionales, fanatismo, estultismo, intereses especiales u orgullo intelectual. En este sentido, un crítico se equipara a un filósofo o a un teólogo, cada uno recurre a su herejía particular y la hace predominante en su pensamiento.
Aunque según el autor, la primera precaución que debe entrever el crítico es saber que el pensamiento es una orientación y no un medio de locomoción, pues resultaría una tragedia confundir ambas funciones. Y a mí eso me recuerda a una frase de Somerset Maugham "Tradition is a guide and not a jailer!".
El ensayo recomienda no fanatizarse con ningún método en especial, sincretizar y retomar lo apropiado de cada modelo, ésta parece ser su técnica crítica, aunque yo diría que tiende un poco al comparatismo, en algún punto del escrito propone que reconocer la similitud en la diferencia es un objetivo necesario a la labor crítica.
Blackmur parece ser fanático, a su vez, de dos críticos clásicos, pues retrocede hasta los orígenes de la crítica literaria para retomar antiguos métodos que recomienda ampliamente en esta labor: así, el escepticismo imaginativo de Montaigne y la ironía dramática de Platón parecen ser su fórmula para que el crítico mantenga la mente ágil y el espíritu fuerte.
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Pero entonces ¿cómo se aproxima alguien con afán crítico a la literatura?
Toda aproximación racional a la literatura que, en cualquiera de sus puntos se basa en la obra misma, es válida y puede denominarse propiamente crítica. La utilidad de un enfoque determinado depende en parte de la energía mental de quien lo aplica y en parte del reconocimiento de los límites que le son apropiados.
Ningún crítico tiene por qué limitarse a una única perspectiva, ni es probable que sea capaz de ello; los hechos que ha observado en el fenómeno literario no pueden ser expuestos sin comentario y el comentario implica la totalidad del intelecto. Además un enfoque complejo, al establecer paralelos referenciales, permite un criterio de enjuiciamiento más flexible, más asequible y más estimulante -pese a un mayor peligro de prejuicios- que una única perspectiva.
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Los peores males de la labor crítica según Blackmur son la falsedad fanática y la tendenciosidad y se evidencian cuando una obra crítica está gobernada por una Idée Fixe o lo que es lo mismo, una herejía exagerada. Todo esto parece enunciar -en cristiano- que la crítica se enferma cuando se considera algo como probado sin haber presentado la evidencia, entonces, la distorsión, la falsedad y las aserciones absolutas se convierten en virtudes supremas.
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El postulado principal del artículo parece radicar en la observación de objetivos ulteriores, y aquí tengo un gran problema al entender esta afirmación, así que plantearé toda esa idea.
Según Blackmur, la crítica no es una luz, sino un proceso de elucidación, pues no puede evitar encontrar constantemente en su interior objetivos ulteriores -pero parece darle un buen sentido a ulterior-. Las artes sirven a unos objetivos que las trascienden -objetivos de lo que dramatizan o representan y que de cierto modo, les dan orden, sentido y valor - , entonces sin más nexo, el crítico debe ocuparse de esos objetivos o de alguno de ellos que le sea particularmente interesante. Debe también tener cuidado de distinguir entre lo que es genuinamente ulterior a las obras que examina y lo que es meramente irrelevante, más aún, debe entender que siempre habrán otros objetivos que no detectó en su lectura y que las obras literarias podrán apreciarse y discutirse fructíferamente pese al descubrimiento o no de dichos objetivos... entonces, ¿para qué tanto escándalo con eso? sigo sin entender este punto.

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Con respecto a la metodología Blackmur indica que aunque la aportación erudita es indispensable, no nos dice todas las cosas. Es pues tan sólo la base y quizás el residuo de todas las demás cosas. Pero siempre es lo primero que hay que tener en cuenta. El resto de la tarea académica es tratar de hallar unas palabrejas y términos comprensibles que se ajusten a la composición de los hechos literarios - retomo esta idea porque me parece que implica una sana auto-burla por la labor crítica-.
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Y el mero mero componente del crítico es la intuición, misma que nos permite la aventura en la preconsciencia y ahí, donde se lleva a cabo dicha aventura, no hay necesidad de sospecha o de significado. Entonces este fenómeno otorga el rumbo al crítico, al cual no le queda más que investigar hasta que pueda revelar si está allí la adivinación inescrutable o si no está, el vacío de la ambición personal. En el último caso, el crítico sólo debe detenerse en esta aventura cuando haya reunido los datos que le hayan indicado el camino para llegar -en términos conscientes que otros puedan utilizar- a la esencia de la obra que se estudia.
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¿Por qué me gusta tanto el ensayo que les acabo de exponer?
Porque retrata la labor del crítico como una metáfora embrujantemente psicoanalítica de traducción pero también como una interpretación enigmática y oracular; más aún propone comprender nuestra gran metáfora contaminada por la necesidad de encontrar la intención, de escarbar y destripar la obra literaria, hasta lograr poseer la pócima del hechizo que es la mezcla de una palabra, de una imagen, de una idea.
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Fuente:
Scott, Wilbur (antologador), Principios de Crítica Literaria, Laia, Barcelona, 1994.

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