Curioso artículo que hoy publica BBC Mundo...
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Beckham, Joyce y los libros inconclusos
Javier Farje
¿Qué tienen en común el futbolista David Beckham, el escritor irlandés James Joyce y el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton? Pues que los tres pertenecen a un dudoso panteón literario: que muy poca gente ha terminado de leer sus libros.
Se trata de une encuesta hecha por la empresa de textos de televisión teletext a más de dos mil personas en las Islas Británicas, a quienes les preguntaron que volúmenes no terminaron de leer.
El futbolista, el novelista y el estadista objetos de esta crónica ocupan los tres primeros lugares en esta especie de olimpiada de capítulos abortados.
Por supuesto que nadie se ha preguntado si la erudición de Beckham le alcanzó como para escribir su autobiografía, habida cuenta de que completar una oración con sujeto, verbo y predicado se ha convertido, en el caso del mediocampista del Real Madrid, en un auténtico desafío verbal.
Cada vez que lo logra, los cronistas que asisten a sus comparecencias públicas suelen destacarlo casi con el mismo entusiasmo con el que escriben sobre uno de sus tiros libres.
Habría que preguntarse entonces si, cuando se entere que su farragoso desaguisado no lo han terminado muchos británicos, se va a decepcionar a tal punto que va a abandonar todo intento por escribir una secuela.
En todo caso, Mi Vida, la autobiografía de Bill Clinton, que, conociendo la proclividad del ex mandatario de conducir asuntos no exactamente de estado en el Salón Oval, debería despertar la curiosidad política del lector, también se cierra antes de acabar.
En su libro él habla de la muerte de su padre, su estadía como becario en la Universidad de Oxford, su oposición a la guerra de Vietnam, su época como gobernador de Arkansas y su estadía en la Casa Blanca. Como si eso importara.
Y ahí está Joyce y Ulises, que narra un solo día, el 16 de junio de 1904, en la vida de Leopoldo Blumm y Stephen Dedalus en la Dublín pre-republicana. Se trata de un libro frondoso y difícil, con casi tantas aristas como la Rayuela de Cortázar.
Cabe pensar que los lectores pudieron haber perdido interés en el libro de Clinton cuando pasaron el capítulo Lewinski, o que se aburrieron de leer sobre todos los tiros libres de Beckham, o llegaron a la conclusión de que Ulises era demasiado enredado, sin darse cuenta de que, de haber llegado al final, se habrían encontrado con una historia de adulterio bastante corta pero divertida.
No, la razón es más trivial: la mayoría dejó la cosa por cansancio, le sigue la afición la televisión y, en el caso de Clinton, muchos personajes famosos cerraron Mi Vida al enterarse que no aparecían en él.
Ni J. K. Rowling se salva. Harry Potter y el Cáliz de Fuego aparece en la lista fatídica.
En todo caso, ¿para qué leer a Beckham si se pueden ver las repeticiones de sus goles en la televisión, o a Bill Clinton si el protagonismo ha pasado a su esposa, que aún no sabemos qué piensa hacer en el Salón Oval en sus horas de ocio, o a Harry Potter, que ya superó la pubertad para convertirse en un adolescente aburridísimo?
Joyce es otra cosa. Además, ya les conté el final de Ulises. Qué le vamos a hacer.
Se trata de une encuesta hecha por la empresa de textos de televisión teletext a más de dos mil personas en las Islas Británicas, a quienes les preguntaron que volúmenes no terminaron de leer.
El futbolista, el novelista y el estadista objetos de esta crónica ocupan los tres primeros lugares en esta especie de olimpiada de capítulos abortados.
Por supuesto que nadie se ha preguntado si la erudición de Beckham le alcanzó como para escribir su autobiografía, habida cuenta de que completar una oración con sujeto, verbo y predicado se ha convertido, en el caso del mediocampista del Real Madrid, en un auténtico desafío verbal.
Cada vez que lo logra, los cronistas que asisten a sus comparecencias públicas suelen destacarlo casi con el mismo entusiasmo con el que escriben sobre uno de sus tiros libres.
Habría que preguntarse entonces si, cuando se entere que su farragoso desaguisado no lo han terminado muchos británicos, se va a decepcionar a tal punto que va a abandonar todo intento por escribir una secuela.
En todo caso, Mi Vida, la autobiografía de Bill Clinton, que, conociendo la proclividad del ex mandatario de conducir asuntos no exactamente de estado en el Salón Oval, debería despertar la curiosidad política del lector, también se cierra antes de acabar.
En su libro él habla de la muerte de su padre, su estadía como becario en la Universidad de Oxford, su oposición a la guerra de Vietnam, su época como gobernador de Arkansas y su estadía en la Casa Blanca. Como si eso importara.
Y ahí está Joyce y Ulises, que narra un solo día, el 16 de junio de 1904, en la vida de Leopoldo Blumm y Stephen Dedalus en la Dublín pre-republicana. Se trata de un libro frondoso y difícil, con casi tantas aristas como la Rayuela de Cortázar.
Cabe pensar que los lectores pudieron haber perdido interés en el libro de Clinton cuando pasaron el capítulo Lewinski, o que se aburrieron de leer sobre todos los tiros libres de Beckham, o llegaron a la conclusión de que Ulises era demasiado enredado, sin darse cuenta de que, de haber llegado al final, se habrían encontrado con una historia de adulterio bastante corta pero divertida.
No, la razón es más trivial: la mayoría dejó la cosa por cansancio, le sigue la afición la televisión y, en el caso de Clinton, muchos personajes famosos cerraron Mi Vida al enterarse que no aparecían en él.
Ni J. K. Rowling se salva. Harry Potter y el Cáliz de Fuego aparece en la lista fatídica.
En todo caso, ¿para qué leer a Beckham si se pueden ver las repeticiones de sus goles en la televisión, o a Bill Clinton si el protagonismo ha pasado a su esposa, que aún no sabemos qué piensa hacer en el Salón Oval en sus horas de ocio, o a Harry Potter, que ya superó la pubertad para convertirse en un adolescente aburridísimo?
Joyce es otra cosa. Además, ya les conté el final de Ulises. Qué le vamos a hacer.
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