No cabe duda que uno renace después de ver de cerca el peligro.
El sábado, Larissa y yo tomamos el Metrobús para dirigirnos al sur, y mientras comentábamos cosas bobas y reíamos de cosas aún más triviales, vi al terror tomar forma en la desfiguración de su rostro, cuando ella, con un evidente terror, vio al auto que, por pasarse un alto, casi queda deshecho por el Metrobús. Afortunadamente, el conductor de nuestro vehículo frenó a tiempo evitando así un trágico accidente, entonces, se desvió hasta golpear un camellón.
Dentro del Metrobús la escena era aterradora: la gente caía como piezas de dominó en fila, una tras otra por el pasillo. Una madre buscaba a su hijo, pero éste estaba casi a los pies del conductor, se había deslizado algunos metros cara abajo, el rostro era impresionante después de esto. Una mujer muy joven lloraba buscando a su madre, ésta había tenido serios golpes en la cabeza y sangraba. Otra señora se quejaba de haberse roto el pie muy cerca de donde yo estaba.
Y yo, buscaba a Larissa, que había sido golpeada por toda la gente que caía. Recuerdo muy bien que nuestras grandes mochilas -porque veníamos de una jornada de trabajo, de clases y éstas estaban llenas de libros, hasta veníamos haciendo la broma de que parecíamos nuevas Sísifas- nos jalaron por la gravedad y por el fuerza del freno. Yo por fortuna, sólo me estrellé en unos asientos, y fuera de un gran moretón, no me pasó nada.
La policía y la atención médica no tardaron ni dos minutos, nos tuvieron encerrados algunos otros diez y dentro, con el calor que se había generado, sólo se escuchaban quejas, yo no podía hablar de la impresión, llevaba en la mano una carpeta con unos poemas y estos estaban todos regados en el piso, Larissa ayudaba a la gente, y organizaba sus quejas contra la policía y la "estúpida" que se había atravesado causando todo ese horror.
No pasó a más... pero yo no podía ni caminar ni hablar de la impresión, en verdad, no sentía fuerza alguna en las piernas, inclusive media hora después, sentía que me desplomaría en un instante.
El sábado, Larissa y yo tomamos el Metrobús para dirigirnos al sur, y mientras comentábamos cosas bobas y reíamos de cosas aún más triviales, vi al terror tomar forma en la desfiguración de su rostro, cuando ella, con un evidente terror, vio al auto que, por pasarse un alto, casi queda deshecho por el Metrobús. Afortunadamente, el conductor de nuestro vehículo frenó a tiempo evitando así un trágico accidente, entonces, se desvió hasta golpear un camellón.
Dentro del Metrobús la escena era aterradora: la gente caía como piezas de dominó en fila, una tras otra por el pasillo. Una madre buscaba a su hijo, pero éste estaba casi a los pies del conductor, se había deslizado algunos metros cara abajo, el rostro era impresionante después de esto. Una mujer muy joven lloraba buscando a su madre, ésta había tenido serios golpes en la cabeza y sangraba. Otra señora se quejaba de haberse roto el pie muy cerca de donde yo estaba.
Y yo, buscaba a Larissa, que había sido golpeada por toda la gente que caía. Recuerdo muy bien que nuestras grandes mochilas -porque veníamos de una jornada de trabajo, de clases y éstas estaban llenas de libros, hasta veníamos haciendo la broma de que parecíamos nuevas Sísifas- nos jalaron por la gravedad y por el fuerza del freno. Yo por fortuna, sólo me estrellé en unos asientos, y fuera de un gran moretón, no me pasó nada.
La policía y la atención médica no tardaron ni dos minutos, nos tuvieron encerrados algunos otros diez y dentro, con el calor que se había generado, sólo se escuchaban quejas, yo no podía hablar de la impresión, llevaba en la mano una carpeta con unos poemas y estos estaban todos regados en el piso, Larissa ayudaba a la gente, y organizaba sus quejas contra la policía y la "estúpida" que se había atravesado causando todo ese horror.
No pasó a más... pero yo no podía ni caminar ni hablar de la impresión, en verdad, no sentía fuerza alguna en las piernas, inclusive media hora después, sentía que me desplomaría en un instante.
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Fueron sólo 5 segundos y uno ve pasar muchas escenas de su vida, piensa en los pendientes, en que no quiere morir, en todas las cosas que aún faltaban por hacer... cierra los ojos un segundo más... y empieza a imaginar que pudo haber muerto... respira profundo y entiende que ha renacido, que está bien, y que está viviendo como una segunda vida.
1 comment:
...ese maldito Metrobús...
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