Con gran tristeza me despedí de todos en el diminuto aereopuerto de Montevideo.
El agente de migración hasta se ofreció a inmigrarme en Uruguay -pero qué cara de aflicción debí tener-.
Hice mis últimas compras en el duty free y abordé ese avión Lan.
Casi me hubiera puesto a llorar cuando veía Montevideo y el Río de la Plata desde el aire, y luego Buenos Aires nevado, la Pampa blanca, y los Andes, inabarcables, si no hubiera sido por haber entablado tremenda charla con Ariel Yedid, un excelente cuentista argentino y ahora amigo.
Tuvimos que despedirnos en Santiago, y yo seguí sola el retorno a México, ya con mucho mejor ánimo.
Había grabado a mis amigos en Uruguay en video y audio en mi teléfono móvil, y los escuchaba una y otra vez, sus deseos, sus adioses, sus invitaciones... en Santiago hube de entablar tremenda charla con otras personas en un café, me hablaron de Chile, de la gente, les contaba yo del viaje, -siempre es sorpredente conocer la perspectiva que los otros tienen de mi propio país, es más que emocionante saberlo-.
De nuevo hube de hacer escala en Lima... me escanearon y me revisaron como si no supieran que no puedo hacer terrorismo tan fácilmente viniendo de un conected flight donde ya me han revisado tres veces...
Aaaaa.. por fin... casi piso México... ¡qué alivio!
Poco a poco anhelo más y más llegar... Uruguay ya está muy lejos, cuando pienso en esos días pasados me da una envidia haber tenido tanta paz, aunque sea un pensamiento absurdo y nostálgico... pero ya siento ansias por regresar a casa, muchas... la melancolía del sur me abrazó a la perfección, pero ya es tiempo -aunque forzado- de volver.Esto sí es curioso: Laura de América -¡sí, la del talk show!- viene en mi mismo vuelo con tremendo amante latin lover -la gente del vuelo se aglomera en torno a ellos- espero el abordaje casi muerta de risa.
Llegada a México...
Durante seis horas vi poblaciones diminutas color cobre -volé de noche- abajo... pero ver ese espectáculo de Ciudad de México es, maravilloso-apocalíptico-futurista-megalómano-extremo.
Es enoooooorme y se ve lindísima toda cobre, extendida y ancha.
Llego con los respectivos problemas migratorios... dónde dejé esos documentos... las preguntas del agente... por qué no me sella el pasaporte y me dice simplemente: ¡Bienvenida! He de responder a sus preguntas, a todas... he volado 16 horas con tres escalas largas, estoy muerta, sólo quiero llegar a casa y dormir.
Lo que faltaba, no encuentro mis tarjetas, no tengo un peso mexicano, estoy nerviosa; lo bueno de tener crédito en el celular es que pude llamar a un gran amigo para que me recogiera en el aereopuerto. (¡Gracias, Rodri!)
Paso el día en tremenda nostalgia...
México Lindo y querido, cada vez que salgo tanto tiempo... me gusta más y más éste, mi lugar.
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