Hace unos días leí un artículo de Mario Vargas Llosa intitulado "El Alejandrino" el cual apareció publicado en la Revista Caretas en Febrero de 2000. No pude resistir, desde luego, la provocación a este comentario sobre dicho ensayito, y es que, no hace falta ser fan de Kabafis -si algunos lo prefieren pueden ubicarlo como Cavafis-, para darse cuenta de la gama de desafortunadas conclusiones que quedan evidenciadas por el escritor peruano. En efecto, quizás no sea yo la persona más indicada para comentar el texto, dada mi falta de objetividad en torno al tema -yo, sí soy una acérrima fan del poeta alejandrino-, de cualquier modo, tratando de ver los puntos menos malos, me aventuré en las siguientes conclusiones.
Dice Vargas Llosa: A propósito, la más hermosa de las traducciones que he leído de los poemas de Cavafis es la de los veinticinco poemas que vertió al español Joan Ferraté. La publicó Lumen en 1970, en una bella edición ilustrada con fotografías, y, por desgracia, que yo sepa no ha sido reimpresa. Pero antes nos dijo que había leído la traducción de Marguerite Yourcenar -que por cierto esa sí es hermosa-; Yo tengo esa traducción de Lumen que dice, ciertamente es hermosa a la vista, porque tiene fotografías (por cierto de paisajes griegos) y el papel es muy agradable, pero por lo que resta a esas versiones, son en absoluto horrendas y poco confiables. ¿Cuándo entenderán los traductores de Kabafis que él era parco, simplista y arcáico en su lenguaje y no barroco, como acostumbran a traducirlo?
Continúa el escritor: Su mundo no es nada erudito, aunque sus personajes, lugares, batallas, intrigas cortesanas, puedan ser rastreados en los libros de historia, porque la erudición antepone una barrera glacial de datos, precisiones y referencias entre la información y la realidad, y el mundo de Cavafis tiene la frescura y la intensidad de lo vivido, pero no es la vida al natural, sino la vida enriquecida y detenida -sin dejar de seguir viviendo- en la obra de arte. Ojalá alguien entienda estas líneas, porque les reto a que se acerquen a los poemas en general del célebre poeta griego que no era griego, a ver si alguien entiende sus referencias históricas. En lo personal creo que gran parte de la poesía de Kabafis es en suma muuuuy erudita, mas se disfruta por la abstracción de la filosofía que éste implanta en su obra, en torno a algunas situaciones históricas, desconocidas incluso para un lector medianamente instruido en historia griega. Y qué es eso de vivir en la obra de arte... ciertamente Kabafis mantiene una preocupación seria por el arte y la escritura, mas, en su obra, la vitalidad y su cotidianeidad son en suma la materia prima de su poética. Con esto, doy la razón a Vargas Llosa, de cierto modo, aún así, los mundos de Kabafis no dejan de ser eruditos y de difícil acceso, aunque también maravillosos.
Finalmente, porque ya me extendí, debo decir que la crónica sobre el viaje a Alejandría es más o menos fiel, ¿Cómo espera el señor Vargas Llosa que Kabafis sea recordado con pompa y todo en esta ciudad egipcia si el alejandrino es apenas conocido como el poeta nacional de Grecia, que además aprendió griego a una edad tardía porque mucho tiempo vivió en el extranjero (Inglaterra, Turquía, Italia, Francia)?
No estoy de acuerdo con sus líneas finales que me parecen del todo ofensivas y fáciles para el lector. En mi opinión, Alejandría no es el escenario de la poesía de Kabafis, como lo marca este célebre escritor peruano, y para ser sincera, considero que Vargas Llosa hojeó el índice de los poemas más célebres del alejandrino para adornar su párrafo final, véalo usted mismo: Alejandría está siempre allí, en esos poemas deslumbrantes. Porque en ella ocurren los episodios que evoca, o porque es desde esa perspectiva que se vislumbran o recuerdan o añoran los sucesos griegos, romanos o cristianos, o porque quien inventa y canta es de allí y no quiere ser de ninguna otra parte {...} Los alejandrinos de hoy día no frecuentan su poesía y la gran mayoría de ellos ni siquiera conoce su nombre. Pero, para quienes lo hemos leído, la Alejandría más real y tangible, cuando llegamos aquí, no es la de su hermosa playa y su curvo malecón, la de sus nubes viajeras, sus tranvías amarillos y el anfiteatro erigido con piedras de granito traídas de Assuán, ni siquiera la de las maravillas arqueológicas de su museo. Sino la Alejandría de Cavafis, aquella en la que discuten e imparten sus doctrinas los sofistas, donde transcurren las enseñanzas de las Termópilas y el simbolismo del viaje de Ulises a Itaca, donde los vecinos curiosos salen de sus casas a ver a los hijos de Cleopatra -Cesáreo, Alejandro y Tolomeo- asistir al Gimnasio, cuyas calles apestan a vino e incienso cuando pasa el cortejo de Baco, inmediatamente después de los dolidos funerales a un gramático, donde el amor es sólo cosa de hombres y donde, de pronto, sobreviene el pánico, porque ha corrido el rumor de que pronto llegarán los bárbaros.
Unas notas finales y cronológicas para probar lo que señalé anteriormente: En Alejandría no se puede hablar precisamente de sofistas, más bien de filólogos, pues aquellos tienen un lugar y una época específicos en la Grecia clásica; el asunto de las "Termópilas" sucedió muchos años antes de que se fundara Alejandría, incluso, antes de que naciera Alejandro Magno -quien fundó la ciudad- entonces no puede ser esta ciudad, escenario de este suceso histórico; Ítaca y Odisseo no tienen nada que ver con Alejandría, ni siquiera en referencia al maravilloso poema de Kabafis que alude al viaje, donde no se menciona ni la ciudad ni a la figura de Odisseo, pues la reflexión es mucho más filosófica y general en torno a la vida; de Cleopatra y sus hijos ni qué decir, eso sí sucedió en Alejandría; "El cortejo de Dionisio" -otro célebre poema de Kabafis- no recrea ningún espacio que nos recuerde a dicha ciudad; y "Esperando a los Bárbaros" -otro gran poema- nunca podría ser recreado en Alejandría, pues basta una rápida revisión del poema para ver que se trata específicamente de los Persas llegando a Atenas y eso, para simbolizar una situación personal del poeta.
En mi opinión, no está bien logrado ese majestuoso final utilizando los títulos de los poemas más conocidos y fáciles de encontrar de Kabafis. Creo que si el señor Vargas Llosa hubiese leído los poemas y no sólo el índice hubiera encontrado que "El dios abandona a Antonio" -otro célebre poema- sí habla de Alejandría, la recrea y era el más apropiado para finalizar esta crónica de un viaje a esta ciudad egipcia, que a mí en lo particular, me parece maravillosa.
Que no quede duda, el escritor peruano se ha ganado con justicia un prestigio inobjetable como ensayista, articulista y columnista en diarios de singular importancia, yo, al menos, me declaro una asidua admiradora de la prosa novelesca de Vargas Llosa, mas, me quedaré con una sugerencia: Don Mario, siga haciendo tan buenas novelas y deje de adornar sus ensayos con efectos impresionistas sobre temas, que -no nos hagamos- usted no domina.