Yo fui una de las personas que, por no haber comprado los boletos a tiempo, se quedó sin ver Turandot en una brevísima temporada que esta magnífica ópera de Giacomo Puccini estuvo en el Palacio de Bellas Artes.
Mis expectativas eran enormes, pues se decía que con esta puesta renacería la ópera en México. En efecto la crítica parece estar satisfecha, pues el montaje de Turandot cumplió con las expectativas del público mexicano: una ópera mexicana digna, bien desarrollada, con cantantes de nivel internacional, buenos coros y buena orquesta.
Aún no puedo creer que no alcancé boletos, porque supe de buena fuente -una de mis amigas que sí logró asistir- que mucha gente se reunió en el Palacio de Bellas Artes para hacer gala de su bluff, y prueba de ello fueron sus constantes alborotos, conversaciones, carcajadas y acotaciones, mientras el espectáculo tomaba lugar.
Supe entre otros chismes que se destinó un millón de pesos al montaje, aunque también escuché algunas quejas sobre la calidad de la escenografía, pareciera entonces que gran parte del dinero se empleó en el vestuario y en la contratación de los excelentes artistas que representaron la ópera: José Luis Duval (Calaf) uno de los mejores tenores de México; Ursula Prem (Turandot); Eugenia Garza (Liu); y Francisco Rettig, director concertador de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.
Parece ser que los dos puntos negativos del montaje fueron un intermedio bastante prolongado y la falta de fuerza en la voz de Rafael Sevilla, quien no se escuchaba, apagando un poco la presencia del Emperador.
Mis expectativas eran enormes, pues se decía que con esta puesta renacería la ópera en México. En efecto la crítica parece estar satisfecha, pues el montaje de Turandot cumplió con las expectativas del público mexicano: una ópera mexicana digna, bien desarrollada, con cantantes de nivel internacional, buenos coros y buena orquesta.
Aún no puedo creer que no alcancé boletos, porque supe de buena fuente -una de mis amigas que sí logró asistir- que mucha gente se reunió en el Palacio de Bellas Artes para hacer gala de su bluff, y prueba de ello fueron sus constantes alborotos, conversaciones, carcajadas y acotaciones, mientras el espectáculo tomaba lugar.
Supe entre otros chismes que se destinó un millón de pesos al montaje, aunque también escuché algunas quejas sobre la calidad de la escenografía, pareciera entonces que gran parte del dinero se empleó en el vestuario y en la contratación de los excelentes artistas que representaron la ópera: José Luis Duval (Calaf) uno de los mejores tenores de México; Ursula Prem (Turandot); Eugenia Garza (Liu); y Francisco Rettig, director concertador de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.
Parece ser que los dos puntos negativos del montaje fueron un intermedio bastante prolongado y la falta de fuerza en la voz de Rafael Sevilla, quien no se escuchaba, apagando un poco la presencia del Emperador.
Ni hablar, me quedé con las ganas de ver Turandot... ¿Por qué es una ópera tan atractiva? la historia es en suma seductora, Turandot, la princesa indomable subyugada por el amor, y los enigmas que ésta arroja a quienes pretenden tomarla por esposa siempre me han encantado:
¿Qué nace cada noche y muere al amanecer?
Y Calaf responde - la esperanza.
¿Qué fluye roja y tibia como flama y no es el fuego?
- la sangre.
¿Qué es como el hielo, pero arde?
-Turandot.
Mas, ninguno de estos tres llena de suspenso al espectador como cuando Calaf pregunta a su vez a la cruel princesa por el nombre del extraño que ha resuelto los enigmas y concluye la ópera con el festejo de la respuesta: ¡Amor!
¿Qué nace cada noche y muere al amanecer?
Y Calaf responde - la esperanza.
¿Qué fluye roja y tibia como flama y no es el fuego?
- la sangre.
¿Qué es como el hielo, pero arde?
-Turandot.
Mas, ninguno de estos tres llena de suspenso al espectador como cuando Calaf pregunta a su vez a la cruel princesa por el nombre del extraño que ha resuelto los enigmas y concluye la ópera con el festejo de la respuesta: ¡Amor!