Nunca antes me había puesto a pensar en lo difícil que puede ser entender el uso de verbos reflexivos, que al parecer, sólo se utilizan en nuestra lengua con tan singular importancia.
El asunto de la reflexividad parece tener que ver con esos toques metafísicos tan característicos del español; de inicio... ¿qué rayos es eso de verbos reflexivos?
Debo empezar diciendo que el problema de hecho no son los verbos, pues éstos son simples verbos comunes y corrientes que utilizamos en el habla cotidiana. Al parecer el problema de todo este asunto radica en las partículas que convierten a cualquier verbo en reflexivo (me, te, se, nos, se), y en un nivel más profundo, la dificultad de entender el concepto de la acción que se revierte a la persona que la ejecuta.
Esta mañana vi la cara de desconcierto de mi jefe –quien apenas aprende español- cuando me preguntó qué hacía, a lo que yo respondí con toda franqueza y naturalidad “me preparo un café”, inmediatamente vino su reacción de “por qué me y no simplemente preparo un café” a lo que yo contesté “porque es para mí y así hablamos aquí, ¿quieres uno?”.
Mas tarde cuando me iba del trabajo se me ocurrió simplemente anunciar que me iba, así que dije “ya me voy”. Y de nuevo empezaron los interrogatorios: “otra vez me, ¿por qué? ¿por qué no simplemente voy, o ya voy, o voy a casa?” y ahí me estuve las horas tratando de explicarle por qué no puedo decir simplemente “voy” cuando me voy, porque decir un parco voy, suena a que lo están llamando a uno y uno va, pero el “me voy” implica que uno deja ese lugar con todo lo que hay ahí, además de ser algo así como si uno mismo se dice que se lleva a otro lugar.
El asunto de la reflexividad parece tener que ver con esos toques metafísicos tan característicos del español; de inicio... ¿qué rayos es eso de verbos reflexivos?
Debo empezar diciendo que el problema de hecho no son los verbos, pues éstos son simples verbos comunes y corrientes que utilizamos en el habla cotidiana. Al parecer el problema de todo este asunto radica en las partículas que convierten a cualquier verbo en reflexivo (me, te, se, nos, se), y en un nivel más profundo, la dificultad de entender el concepto de la acción que se revierte a la persona que la ejecuta.
Esta mañana vi la cara de desconcierto de mi jefe –quien apenas aprende español- cuando me preguntó qué hacía, a lo que yo respondí con toda franqueza y naturalidad “me preparo un café”, inmediatamente vino su reacción de “por qué me y no simplemente preparo un café” a lo que yo contesté “porque es para mí y así hablamos aquí, ¿quieres uno?”.
Mas tarde cuando me iba del trabajo se me ocurrió simplemente anunciar que me iba, así que dije “ya me voy”. Y de nuevo empezaron los interrogatorios: “otra vez me, ¿por qué? ¿por qué no simplemente voy, o ya voy, o voy a casa?” y ahí me estuve las horas tratando de explicarle por qué no puedo decir simplemente “voy” cuando me voy, porque decir un parco voy, suena a que lo están llamando a uno y uno va, pero el “me voy” implica que uno deja ese lugar con todo lo que hay ahí, además de ser algo así como si uno mismo se dice que se lleva a otro lugar.
Antes de este día, jamás pensé en la dificultad de comprender las expresiones reflexivas si no las tenemos en automático, como nosotros, los hablantes nativos. Aún a la fecha, no le puedo contestar a mi jefe como podría traducir ese “me voy” literalmente a otra lengua.
Y ni qué decir de todas esas acciones que tienen que ver con el cuidado personal y propio: me despierto, me levanto, me baño, me seco, me afeito, me peino, me lavo los dientes, me visto, me veo, me preparo el desayuno, me voy al trabajo, me regreso, me limpio, me acuesto, me duermo…
Me despido…
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