¡Pero qué tremenda Odisea buscar casa en esta ciudad!
Y digo, no porque no se pueda encontrar fácilmente dónde quedarse, sino por qué hay otros factores que impiden el anhelado nostos.
Primero, uno se hace una idea del lugar que le gustaría tener, es decir, sus características: habitaciones, espacios, costos, ubicación, iluminación, etcétera.
Luego inicia la búsqueda en medios disponibles: periódicos, anuncios clasificados, internet, caminatas atentas a las ventanas de los edicificios en busca de oportunidades.
Siguiente paso: hacer llamadas y citas para visitar los lugares que uno imagina le encantarán. Por supuesto, este paso a veces se ve obstaculizado cuando se publica de manera errónea el teléfono, o la dirección o cualquier otro dato. Opción frustrada. De igual modo, a veces los rentantes no son los más amables al teléfono, en fin ¿quieren rentar o no?
Supongamos que las citas ya se agendaron. Hemos de encontrar la calle, la casa, el número, timbrar, esperar, esperar, esperar. A veces se nos recibe, a veces no. Vamos eliminando opciones.
Muchas veces las ofertas se ven mejor en los anuncios que en la realidad. ¡Claro! Hay que atraer a los clientes. Sin embargo uno siempre guarda la esperanza de que alguna promesa se cumpla, al menos el precio.
Y digo, no porque no se pueda encontrar fácilmente dónde quedarse, sino por qué hay otros factores que impiden el anhelado nostos.
Primero, uno se hace una idea del lugar que le gustaría tener, es decir, sus características: habitaciones, espacios, costos, ubicación, iluminación, etcétera.
Luego inicia la búsqueda en medios disponibles: periódicos, anuncios clasificados, internet, caminatas atentas a las ventanas de los edicificios en busca de oportunidades.
Siguiente paso: hacer llamadas y citas para visitar los lugares que uno imagina le encantarán. Por supuesto, este paso a veces se ve obstaculizado cuando se publica de manera errónea el teléfono, o la dirección o cualquier otro dato. Opción frustrada. De igual modo, a veces los rentantes no son los más amables al teléfono, en fin ¿quieren rentar o no?
Supongamos que las citas ya se agendaron. Hemos de encontrar la calle, la casa, el número, timbrar, esperar, esperar, esperar. A veces se nos recibe, a veces no. Vamos eliminando opciones.
Muchas veces las ofertas se ven mejor en los anuncios que en la realidad. ¡Claro! Hay que atraer a los clientes. Sin embargo uno siempre guarda la esperanza de que alguna promesa se cumpla, al menos el precio.
Y luego vienen las exigencias: "queremos que nos confirme ahora mismo, en este preciso momento, (mirada escaneadora) Señorita, si va a rentar este departamento, digo, para apartárselo". Como si uno no tuviera que ver algunos más para cotizar ofertas y opciones, y más aún, como si uno pudiera decidir en un segundo el lugar que será su espacio, su habitat, su casa, el sitio que lo acogerá y que uno va a personalizar para darle el formato de su hogar. Entonces lo que procede es poner cara dulce, sonreír con harta disposicón de hacerlo y ofrecer una llamada más tarde para confirmar el hecho.
Todos estos pasos, desde luego, le toman a uno unos días, un par de semanas, por lo menos.
Y por fin, tras días de caminatas, llamadas, decepciones, sorpresas... uno espera llegar a Ítaca y descansar en paz.
Sueños... aún le falta desenbolsar algunos requerimentos: rentas adelantadas, depósitos, mudanzas, instalaciones telefónicas, contrataciones de servicios, uff...
Bien dijo el poeta: cuando emprendas el viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo.
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